A orillas del Duero se asienta esta tranquila y literaria capital. Su paisaje nos invita a recorrer otros siglos, recitada por numerosos poetas. Ecos de Bécquer y Machado resuenan entre sus árboles y antiguos edificios. Hay que destacar el Palacio de los Condes de Gómara, el Museo Numantino, la Iglesia de Santo Domingo, con una bella portada, el claustro de la catedral de San Pedro, San Juan del Duero, el parque del Castillo y la ermita de San Saturio. Es imprescindible no detenerse para realizar rutas o excursiones a pie o a caballo por la Sierra de Urbión, donde nace el Duero. Es una Sierra de contrastes: las altas montañas (2.2.28 metros), sus pinares, sus frescos torrentes y sus praderas. Cabe destacar, en esta sierra, la laguna Negra y la laguna de Neila, que son dos bellísimos parajes que concentran a numerosos turistas al amparo de autocares que los llevan a las cumbres mencionadas. En cuanto a ciudades dignas de mención destacan Burgo de Osma, Medinaceli o el Monasterios de Santa María de Huerta, a orillas del río Jalón. En la primera hay alguna villa con interés turístico ideal para celebrar bodas y comuniones. El lugar es precioso. Cautivador. La capital es anfitriona en el Congreso Internacional de Micología, pues la zona posee gran variedad de setas. Se reúnen bastantes expertos en la materia y los restaurantes de la zona se nutren de ello y sacan a relucir sus mejores manjares. Dejarse llevar por nuestros monovolúmenes o turismos es la opción más acertada. Porque Soria es literatura, naturaleza y buena mesa. Todo en consonancia con sus gentes.